Si algo ha demostrado este I Congreso de UNIÓN PROGRESO y DEMOCRACIA es que el partido formado por más de 6.000 afiliados es una organización viva y con futuro, por mucho que la mayoría de los medios de comunicación pretendan ayudarnos en un pretendido suicidio asistido y los restantes medios nos traten como si ya estuvieramos muertos ... o no hubieramos nacido. Así lo demuestra la participación que ha impulsado el evento (cinco ponencias, 500 delegados, 3.712 enmiendas y 6.000 afiliados), la ilusión de los delegados, el esfuerzo de la afiliación, el alto nivel de los debates e incluso la juventud de los asistentes. Y ha demostrado también lo que ya sabíamos: que las puertas de la democracia en el partido son tan grandes como la selva amazónica y seguirán estando abiertas... para quienes deseen hacer uso de ella y tomar parte en el proyecto, respetando los estatutos vigentes y las normas que nos hemos dado (como habitualmente exigimos a los políticos de ambas aceras).
Así que sí: ha sido un éxito el que se ha alcanzado. Un paso de gigante (al frente) que nos permite delimitar mejor nuestro ideario político (somos transversales pero no un cajón de sastre ni una oenegé), organizarnos democráticamente, asentar la piragua en las peligrosas aguas de la política (y ponernos a salvo de las pirañas) y salir mejor preparados para hacer frente a nuevos Annapurnas electorales. En todo este proceso precongresual (que incluso ha cambiado la vida de muchos de nosotros), he aprendido mucho y me he convencido de al menos un par de cosas: una, algo que ya sabía: que es perfectamente viable compartir espacio con quienes defienden ideas distintas, presentan proyectos alternativos, debaten abierta, sincera y democráticamente, tratan de convencerte, escuchan tus planteamientos, reconocen sus errores y perdonan nuestros equívocos, aportan nuevos planteamientos y realizan argumentalmente críticas constructivas. Y dos, algo sobre lo que no había reflexionado bastante: que me quiero alejar cuanto sea posible, para no compartir ningún tipo de proyecto (ni político ni vital ni deportivo), de quienes insultan, mienten y fabrican dañinos bulos. Que nunca formaré parte de nada con los creadores de foros delictivos, suplantadores de identidad (mientras claman por la regeneración democrática), manipuladores sin escrúpulos, confabuladores y participantes de un desvarío paranoico. De quienes no entienden la política como un servicio público ni las organizaciones como un proyecto compartido sino como un intento de aplastar al otro. Afortunadamente son muy pocos, y espero que pronto tengan nombres y apellidos.